María Border

Orgullo y Prejuicio -Final del Capítulo VII-


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–He cumplido con el pedido de mi tía y resolví los temas que podrían requerir mi ayuda.  Ahora que ha aceptado venir a Pemberley, me parece conveniente terminar de pasar aquí la semana y regresar.
–Estoy de acuerdo contigo.  Para el fin de semana ustedes marcharán a su casa y yo a Kent.  –El coronel necesitaba pensar en soledad, lo ocurrido durante el paseo con Georgiana.
– ¿Es tan necesario que nos abandone coronel?   Imaginaba que nos acompañaría de regreso. –Elizabeth pretendía darle más tiempo a su cuñada con Fitzwilliam.
–Lo considero lo más… prudente. –El coronel precisaba unos días de soledad lejos de Georgiana antes de enfrentarse a Darcy.


–Lizzy, preciso hablar contigo lo antes posible. –Le susurraba en secreto Georgiana a su cuñada y ambas se dirigieron a la galería con la intención de no ser interrumpidas.  Darcy comenzaba a molestarse con tanto secreto entre las damas.  Algo ocurría desde hacía tiempo entre ellas, pero eran herméticas  y por muy interesado que estuviera en tratar de indagarlas, ellas siempre lo esquivaban.

– ¿Es así como te lo ha dicho?  –Preguntaba Lizzy.
–Te he transmitido palabra por palabra.  Juro que no omití ninguna.  Lizzy dime la verdad ¿Crees que estaba por declararme su amor?
–Georgiana, creo que era lo que realmente hubiera ocurrido si Darcy no metía su narizota, entre medio de ustedes.
–No puedo decirte lo emocionada que me encuentro.  No sé de dónde saqué el valor para darle ánimos.
–Pero lo has logrado.  Ahora solo es necesario que se repitan esos paseos para que dé por concluida su charla.  –Lizzy casi saltaba de felicidad en su sitio.  La caminata había sido más que provechosa.

  Durante la semana los paseos se repitieron, pero siempre los acompañaba Lady Catherine, que pretendía retomar el diálogo afectivo con su sobrina.  Por mucho que Lizzy trató de alejar a su esposo de la posible pareja, la tía era más difícil de convencer.  Darcy y su tía revisaban temas de la finca en el despacho, antes de la partida a Pemberley. Las cuñadas Darcy se encontraban en el salón leyendo, cuando el coronel ingresó con ímpetu y reclamó hablar a solas con la señorita Darcy.  Elizabeth se levantó de inmediato y al cerrar la puerta tras de sí, se quedó agazapada intentando escuchar y al mismo tiempo evitar que cualquier molesto intruso intentara ingresar a la sala.
–Señorita Georgiana.  Me encuentro en la difícil tarea de decirle que… estoy perdidamente enamorado de usted.  Si bien reconozco que no soy el caballero indicado para solicitar su mano, no puedo dejar de decirle que la admiro profundamente y que si su condición se lo permite… no dudaré un segundo en reclamar el permiso de su hermano para cortejarla.  –Lo había dicho ya.  ¡Su cabeza tenía precio!
Georgiana abría los ojos más grandes que un plato de sitio.  ¡Finalmente Fitzwilliam se le declaraba! 
Tomó aire.  –Mi condición coronel… me permite decirle, que es usted retribuido en sus sentimientos.  Y espero entable su conversación con mi hermano, lo antes posible.
Fitzwilliam se quedó petrificado en su lugar.  ¡Georgiana lo había aceptado!  No era posible.  Seguramente había oído mal.
– ¿Está usted segura?
–Claramente coronel.  –Dijo resuelta y casi molesta por la pregunta.
– ¿Ha tomado en cuenta la diferencia de edad… de cuna?  Señorita yo no podré otorgarle los lujos a los que usted se encuentra acostumbrada.
–Coronel, ¿está usted retirando su oferta?
Detrás de la puerta, Lizzy hubiera aplaudido a su cuñada, si no temiera interrumpir la escena o despertar la atención de cualquiera en Rosings.
–De ninguna manera. –Se apresuró en responder –Solo quiero que evalúe usted todo, antes de ir por su hermano.
–Evaluado está.  No le habría contestado afirmativamente si no lo hubiera hecho antes. 
El coronel quería agradecerle, abrazarla, hasta besarla.  Pero nada de eso haría sin hablar primero con su verdugo.
–Señorita Georgiana, le aseguro a usted, que me ha hecho el hombre más afortunado de la tierra.  Quisiera expresarle mejor mi alegría, pero antes debo de obtener el permiso.
Y haciendo una reverencia salió del cuarto con tanta prisa que ni se dio cuenta que Lizzy estaba escuchando tras la puerta, y se dirigió al despacho de Lady Catherine para hablar con Darcy.
  Ya habían terminado con las obligaciones y estaban saboreando un té.  El coronel solicitó permiso para interrumpirlos y hablar a solas con su amigo.
Salieron de la casa y tomaron el sendero hacia el estanque.  Lizzy y Georgiana los observaban por una ventana, inmersas en la incertidumbre de saber qué ocurriría en aquel paseo de caballeros.
– ¿Puedes decirme qué te ocurre que te ves tan alterado?
–Amigo me encuentro en una situación en que… mi vida está en tus manos.
– ¡Me asustas!
–He de decirte que si quieres retarme a duelo, aceptaré encantado.  De antemano te aclaro que serás el vencedor, no opondré resistencia.
– ¿Te has vuelto loco?
–Es posible amigo mío, es muy posible que esto se parezca a la locura… ante tus ojos.
–Ni Elizabeth orilla tanto un tema delicado, como tú en éste momento.  Has de ir directo al grano o te propinaré un golpe en medio de las narices.  –Darcy comenzaba a inquietarse.
–Tal vez con el golpe logre hacerme de coraje.
–Fitzwilliam, mi paciencia se agota.
–Darcy, llevo tiempo luchando con mis sentimientos… no puedo ocultarlos más.
– ¿Sentimientos? ¿Te has enamorado?  El valiente coronel Fitzwilliam finalmente cayó ante los ojos de una dama.  No puedo creerlo.  ¡Felicitaciones! –Dijo burlón, pero contento.  – ¿Por qué debería retarte a duelo por eso?  Salvo que la dama sea  mi esposa o mi hermana no veo objeción.
Fitzwilliam se hundió en su vergüenza.  Darcy mostró en su gesto a su amigo, que había comprendido:
–“No es mi esposa, eso es seguro.  ¡Por lo tanto la dama de la que hablas es Georgiana!
–Juro amigo mío que he luchado contra mis sentimientos por mucho tiempo.
– ¡La he dejado en tus manos!  Has cuidado de ella en mi ausencia.  ¿Cómo es posible que no me lo confesaras antes?
–Te lo he dicho, llevo luchando contra ello.  –El pobre coronel pateaba fuerte con su bota, levantando el polvo del camino. –Lo hubiera logrado si no me invitabas a Pemberley y luego a Rosings. 
– ¿Ahora me adjudicas la responsabilidad de tus actos?
–Tenía el ferviente propósito de alejarme de ella tanto como me fuera posible.  Pero estos días en su compañía no hicieron más que aumentar mi amor.
– ¿Se lo has comentado?
–Acabo de hacerlo.  –Su voz sonó clara.
– ¿Sin hablar conmigo primero?  –Los ojos de Darcy eran difíciles de leer.
–Quise hablar contigo, pero estabas con Lady Catherine y mi ansiedad no me permitió esperar más.  Hablé con ella y me corresponde.
– ¿Georgiana se atrevió a aceptar sin consultarme?
El coronel tomó valor y lo enfrentó:
– ¿Pediste la mano de Elizabeth primero a su padre o a ella?  Tú eres mi amigo y te tengo alta estima, pero estoy hablándote de mi vida.  Amo a tu hermana y me corresponde.  No la pondré en la situación de enfrentarte, pero no me iré de aquí sin tu aprobación.  –Se sacó su chaqueta y arrojándola al suelo, se sentó sobre una piedra del camino, antes de continuar:  –De manera que si piensas demorarte demasiado, sentémonos a debatirlo.  Tengo todo el tiempo del mundo y si he de morir lo haré feliz, ella me ama.
– ¡Ahora sí amigo mío! –Dijo Darcy ayudándolo a pararse.  –Ahora sí que eres digno de ella.  No te la hubiera entregado si no demostrabas saber defenderla, aún ante mí.
Los amigos se abrazaron con gran alegría.
–Pobre Lady Catherine, ahora tendrá que enseñarme a mí también.
Se rieron juntos de la broma de Fitzwilliam.
–Te confieso que algo sospechaba.  Tus miradas y las de ella me recordaban a Lizzy y a mí en nuestra anterior visita a Rosings.  Además mi esposa estaba muy ocupada en intentar que quedaran ustedes a solas constantemente.
– ¿Crees que Elizabeth estaba al tanto?
–Mi querido amigo, no hay nada que se escape de la mirada de mi esposa.
–Finalmente Rosings es el lugar ideal para los enamorados.  Si Lady Catherine lo supiera se mudaría.
–Acuerda conmigo algo. –Le dijo cómplice.  –Esas dos damas que nos desvelan, llevan tiempo confabulando.  Hemos de hacerles esperar nuestra respuesta. –Propuso Darcy.
–Eres muy despiadado.  –Con reparos, aceptó.  –Pero que no pase de ésta noche.
–Lo haremos mejor.  Llegaremos serios, yo pediré a Lizzy hablarle en privado, de esa manera podrás reunirte con Georgiana y darle mi respuesta afirmativa.  Deseo divertirme un rato a solas con mi esposa.
          En la sala, las tres damas se encontraban absortas en sus lecturas.  En realidad, solo Lady Catherine lo hacía concentrada, las otras dos, releían constantemente las mismas páginas, esperaban muy ansiosas la llegada de los caballeros.  
Al entrar, Darcy no le dio la posibilidad a su esposa de indagar demasiado y la invitó a un paseo hasta la casa de los Collins para despedirse.  Lady Catherine regresó a su lectura y Fitzwilliam hizo un gesto de aprobación y tranquilidad a Georgiana, que sonriente continuó con su libro.

– ¿El coronel ha hablado contigo a solas? –Elizabeth no podía con su ansiedad, y el rostro de Darcy no le otorgaba respuesta alguna.
– ¿Te parece extraño eso?
–No… no, en absoluto.  ¿Han hablado de algo en particular?
– ¿Qué sucede Lizzy?  Pareces muy preocupada  por las conversaciones que mantengo con el coronel.  No me ha hablado de ti, si es eso lo que te preocupa.  –Darcy hablaba muy serio  –Tú siempre me lo dices  todo, no sueles recurrir a otros para un tema de tu interés.
Elizabeth recordaba que su marido había sentido celos del coronel y no quería ser mal interpretada en su intriga.  Debía encontrar la forma de averiguar, sin delatar a Georgiana, por si Fitzwilliam no había hablado.
–Seguramente un tema puede concernirme sin hablar exactamente de mí.
– ¿Cómo sería eso?
–Bien puede un tema hablar de personas o cosas de mi consideración, sin ser estrictamente de mí de quien se hable.
–Pues bien, nos has descubierto.  Hemos hablado de tu interés en aumentar la población de Pemberley.  –Trató de desorientarla, al ver la habilidad de Lizzy.
Lo observó con cuidado, estaba segura que su marido no debatiría el tema con el coronel, por muy amigo que éste fuese y lo descubrió:
– ¡Mr. William Darcy! –Se colgó en su cuello quedando a centímetros del piso.  Lo besó en la nuca, en la mejilla, en la boca.  Estaba muy feliz.  Cuando el pobre caballero logró un segundo de respiro le dijo:
–Sra. Darcy, estamos ante los ojos de todo el mundo ¿a qué se debe su ímpetu?
–Le has dicho que sí.  ¡Has aceptado!  Eres lo más hermoso que existe sobre la tierra.  Te amo con todo mi ser.
–No comprendo.  Es decir… comprendo que usted me ama, pero desconozco los motivos de tanta algarabía.
–Oh Mr. Darcy, no me engañas.  Sabes perfectamente a qué me refiero.  Haremos de Pemberley el hogar más feliz de la tierra.  Sabía yo, que no te negarías.  Sabía que tu corazón te permitiría ver el amor que se tienen.
¿Qué de sus dichos lo habían descubierto?
–Me había propuesto tenerte con la intriga al menos hasta regresar de casa de los Collins.  ¿Puedes decirme en qué momento fallé en mi cometido?
–No fallaste, es que tu corazón palpita tan fuerte que no pudo ocultármelo.  Te amo Sr. Darcy.
–Escúchame Lizzy, quiero que Lady Catherine venga a Pemberley, si le decimos lo de Georgiana y Fitzwilliam, tal vez cambie de parecer.  Se lo confesaremos cuando ya se encuentre allí.  ¿De acuerdo?
–De acuerdo, de acuerdo en todo lo que propongas.  Soy tan feliz.
–No quieras ver la cara de mi amigo.  Él sufrió un poco más que tú, le demoré un tanto mi aceptación.
– ¡Pobre coronel! Lleva tiempo peleando con sus sentimientos y el temor a confesártelos.
– ¿Te los había confesado a ti?
–En absoluto.  El pobre solo se lo confesaba a sí mismo.  Pero era tan clara su pena, que no entiendo como siendo su amigo no lo notaste.
– ¿Georgiana y tú, sí sabían de esto?
–Para ser sincera… Georgiana me había confesado sus sentimientos, pero creía que el coronel jamás se animaría a comentárselos a ella y mucho menos a ti.  El pobre debía de considerarse un traidor.
–Cuando las veía hacerse confidencias, imaginaba que algo se traían entre manos, pero jamás creí que esto.
–Pues ahora, mi querido señor Darcy, hemos de acomodar Pemberley.  Estas dos parejas de enamorados lo poblarán muy pronto.
– ¿Crees que Georgiana y Fitzwilliam quieran vivir con nosotros?
–No lo sé.  Pero si no quieren quedarse allí, bien podemos conseguirles una finca cercana.  Imagínate,  Bingley y Jane están prontos a mudarse cerca y ahora también Georgiana y Fitzwilliam.

Capítulo VIII

8 comentarios:

  1. Preciosa continuidad, menos mal que el Coronel decidió confesar sus sentimientos y me alegro que le fuese bien con Darcy. Al parecer Pemberley está a puertas de grandes acontecimientos; quedo a la espera.

    Un beso.

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  2. Por fin! Que confesión >_o Me encantó como manejó Georgiana la situación, cuando el coronel se quedó perplejo con su aceptación... Genial María simplemente genial =)

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  3. LO AME!! Maria eres una genia pero no piensas continuarla?:c

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  4. Me gustaría que continuara la historia, es hermosa

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  5. Es hermosa, me gustaría continuar leyendo la. Gracias!!

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  6. No me puedo imaginar a Georgiana y al coronel juntos, es muy grande la diferencia de edad. El resto me encanto

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