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–He cumplido con el pedido de
mi tía y resolví los temas que podrían requerir mi ayuda. Ahora que ha aceptado venir a Pemberley, me
parece conveniente terminar de pasar aquí la semana y regresar.
–Estoy de acuerdo contigo. Para el fin de semana ustedes marcharán a su
casa y yo a Kent. –El coronel necesitaba
pensar en soledad, lo ocurrido durante el paseo con Georgiana.
– ¿Es tan necesario que nos
abandone coronel? Imaginaba que nos acompañaría de regreso.
–Elizabeth pretendía darle más tiempo a su cuñada con Fitzwilliam.
–Lo considero lo más… prudente.
–El coronel precisaba unos días de soledad lejos de Georgiana antes de
enfrentarse a Darcy.
–Lizzy, preciso hablar contigo
lo antes posible. –Le susurraba en secreto Georgiana a su cuñada y ambas se
dirigieron a la galería con la intención de no ser interrumpidas. Darcy comenzaba a molestarse con tanto
secreto entre las damas. Algo ocurría
desde hacía tiempo entre ellas, pero eran herméticas y por muy interesado que estuviera en tratar
de indagarlas, ellas siempre lo esquivaban.
– ¿Es así como te lo ha dicho? –Preguntaba Lizzy.
–Te he transmitido palabra por
palabra. Juro que no omití ninguna. Lizzy dime la verdad ¿Crees que estaba por
declararme su amor?
–Georgiana, creo que era lo que
realmente hubiera ocurrido si Darcy no metía su narizota, entre medio de
ustedes.
–No puedo decirte lo emocionada
que me encuentro. No sé de dónde saqué
el valor para darle ánimos.
–Pero lo has logrado. Ahora solo es necesario que se repitan esos
paseos para que dé por concluida su charla.
–Lizzy casi saltaba de felicidad en su sitio. La caminata había sido más que provechosa.
Durante la semana los paseos se repitieron, pero siempre los
acompañaba Lady Catherine, que pretendía retomar el diálogo afectivo con su
sobrina. Por mucho que Lizzy trató de
alejar a su esposo de la posible pareja, la tía era más difícil de
convencer. Darcy y su tía revisaban
temas de la finca en el despacho, antes de la partida a Pemberley. Las cuñadas
Darcy se encontraban en el salón leyendo, cuando el coronel ingresó con ímpetu
y reclamó hablar a solas con la señorita Darcy.
Elizabeth se levantó de inmediato y al cerrar la puerta tras de sí, se
quedó agazapada intentando escuchar y al mismo tiempo evitar que cualquier
molesto intruso intentara ingresar a la sala.
–Señorita Georgiana. Me encuentro en la difícil tarea de decirle
que… estoy perdidamente enamorado de usted.
Si bien reconozco que no soy el caballero indicado para solicitar su
mano, no puedo dejar de decirle que la admiro profundamente y que si su
condición se lo permite… no dudaré un segundo en reclamar el permiso de su
hermano para cortejarla. –Lo había dicho
ya. ¡Su cabeza tenía precio!
Georgiana abría los ojos más
grandes que un plato de sitio. ¡Finalmente
Fitzwilliam se le declaraba!
Tomó aire. –Mi condición coronel… me permite decirle,
que es usted retribuido en sus sentimientos.
Y espero entable su conversación con mi hermano, lo antes posible.
Fitzwilliam se quedó
petrificado en su lugar. ¡Georgiana lo
había aceptado! No era posible. Seguramente había oído mal.
– ¿Está usted segura?
–Claramente coronel. –Dijo resuelta y casi molesta por la
pregunta.
– ¿Ha tomado en cuenta la
diferencia de edad… de cuna? Señorita yo
no podré otorgarle los lujos a los que usted se encuentra acostumbrada.
–Coronel, ¿está usted retirando
su oferta?
Detrás de la puerta, Lizzy hubiera
aplaudido a su cuñada, si no temiera interrumpir la escena o despertar la
atención de cualquiera en Rosings.
–De ninguna manera. –Se
apresuró en responder –Solo quiero que evalúe usted todo, antes de ir por su
hermano.
–Evaluado está. No le habría contestado afirmativamente si no
lo hubiera hecho antes.
El coronel quería agradecerle,
abrazarla, hasta besarla. Pero nada de
eso haría sin hablar primero con su verdugo.
–Señorita Georgiana, le aseguro
a usted, que me ha hecho el hombre más afortunado de la tierra. Quisiera expresarle mejor mi alegría, pero antes
debo de obtener el permiso.
Y haciendo una reverencia salió
del cuarto con tanta prisa que ni se dio cuenta que Lizzy estaba escuchando
tras la puerta, y se dirigió al despacho de Lady Catherine para hablar con
Darcy.
Ya habían terminado con las obligaciones y estaban saboreando un té. El coronel solicitó permiso para
interrumpirlos y hablar a solas con su amigo.
Salieron de la casa y tomaron
el sendero hacia el estanque. Lizzy y
Georgiana los observaban por una ventana, inmersas en la incertidumbre de saber
qué ocurriría en aquel paseo de caballeros.
– ¿Puedes decirme qué te ocurre
que te ves tan alterado?
–Amigo me encuentro en una
situación en que… mi vida está en tus manos.
– ¡Me asustas!
–He de decirte que si quieres
retarme a duelo, aceptaré encantado. De
antemano te aclaro que serás el vencedor, no opondré resistencia.
– ¿Te has vuelto loco?
–Es posible amigo mío, es muy
posible que esto se parezca a la locura… ante tus ojos.
–Ni
Elizabeth orilla tanto un tema delicado, como tú en éste momento. Has de ir directo al grano o te propinaré un
golpe en medio de las narices. –Darcy
comenzaba a inquietarse.
–Tal
vez con el golpe logre hacerme de coraje.
–Fitzwilliam,
mi paciencia se agota.
–Darcy,
llevo tiempo luchando con mis sentimientos… no puedo ocultarlos más.
– ¿Sentimientos?
¿Te has enamorado? El valiente coronel
Fitzwilliam finalmente cayó ante los ojos de una dama. No puedo creerlo. ¡Felicitaciones! –Dijo burlón, pero
contento. – ¿Por qué debería retarte a
duelo por eso? Salvo que la dama
sea mi esposa o mi hermana no veo
objeción.
Fitzwilliam
se hundió en su vergüenza. Darcy mostró
en su gesto a su amigo, que había comprendido:
–“No es
mi esposa, eso es seguro. ¡Por lo tanto
la dama de la que hablas es Georgiana!
–Juro
amigo mío que he luchado contra mis sentimientos por mucho tiempo.
– ¡La
he dejado en tus manos! Has cuidado de
ella en mi ausencia. ¿Cómo es posible que
no me lo confesaras antes?
–Te lo
he dicho, llevo luchando contra ello. –El
pobre coronel pateaba fuerte con su bota, levantando el polvo del camino. –Lo
hubiera logrado si no me invitabas a Pemberley y luego a Rosings.
– ¿Ahora
me adjudicas la responsabilidad de tus actos?
–Tenía
el ferviente propósito de alejarme de ella tanto como me fuera posible. Pero estos días en su compañía no hicieron más
que aumentar mi amor.
– ¿Se
lo has comentado?
–Acabo
de hacerlo. –Su voz sonó clara.
– ¿Sin
hablar conmigo primero? –Los ojos de
Darcy eran difíciles de leer.
–Quise
hablar contigo, pero estabas con Lady Catherine y mi ansiedad no me permitió
esperar más. Hablé con ella y me
corresponde.
– ¿Georgiana
se atrevió a aceptar sin consultarme?
El
coronel tomó valor y lo enfrentó:
– ¿Pediste
la mano de Elizabeth primero a su padre o a ella? Tú eres mi amigo y te tengo alta estima, pero
estoy hablándote de mi vida. Amo a tu
hermana y me corresponde. No la pondré
en la situación de enfrentarte, pero no me iré de aquí sin tu aprobación. –Se sacó su chaqueta y arrojándola al suelo,
se sentó sobre una piedra del camino, antes de continuar: –De manera que si piensas demorarte
demasiado, sentémonos a debatirlo. Tengo
todo el tiempo del mundo y si he de morir lo haré feliz, ella me ama.
– ¡Ahora
sí amigo mío! –Dijo Darcy ayudándolo a pararse. –Ahora sí que eres digno de ella. No te la hubiera entregado si no demostrabas
saber defenderla, aún ante mí.
Los
amigos se abrazaron con gran alegría.
–Pobre
Lady Catherine, ahora tendrá que enseñarme a mí también.
Se
rieron juntos de la broma de Fitzwilliam.
–Te
confieso que algo sospechaba. Tus
miradas y las de ella me recordaban a Lizzy y a mí en nuestra anterior visita a
Rosings. Además mi esposa estaba muy
ocupada en intentar que quedaran ustedes a solas constantemente.
– ¿Crees
que Elizabeth estaba al tanto?
–Mi
querido amigo, no hay nada que se escape de la mirada de mi esposa.
–Finalmente
Rosings es el lugar ideal para los enamorados.
Si Lady Catherine lo supiera se mudaría.
–Acuerda
conmigo algo. –Le dijo cómplice. –Esas
dos damas que nos desvelan, llevan tiempo confabulando. Hemos de hacerles esperar nuestra respuesta. –Propuso
Darcy.
–Eres
muy despiadado. –Con reparos,
aceptó. –Pero que no pase de ésta noche.
–Lo
haremos mejor. Llegaremos serios, yo
pediré a Lizzy hablarle en privado, de esa manera podrás reunirte con Georgiana
y darle mi respuesta afirmativa. Deseo
divertirme un rato a solas con mi esposa.
En la sala, las tres damas se
encontraban absortas en sus lecturas. En
realidad, solo Lady Catherine lo hacía concentrada, las otras dos, releían
constantemente las mismas páginas, esperaban muy ansiosas la llegada de los
caballeros.
Al
entrar, Darcy no le dio la posibilidad a su esposa de indagar demasiado y la
invitó a un paseo hasta la casa de los Collins para despedirse. Lady Catherine regresó a su lectura y
Fitzwilliam hizo un gesto de aprobación y tranquilidad a Georgiana, que
sonriente continuó con su libro.
– ¿El
coronel ha hablado contigo a solas? –Elizabeth no podía con su ansiedad, y el
rostro de Darcy no le otorgaba respuesta alguna.
– ¿Te
parece extraño eso?
–No…
no, en absoluto. ¿Han hablado de algo en
particular?
– ¿Qué
sucede Lizzy? Pareces muy
preocupada por las conversaciones que
mantengo con el coronel. No me ha
hablado de ti, si es eso lo que te preocupa.
–Darcy hablaba muy serio –Tú
siempre me lo dices todo, no sueles
recurrir a otros para un tema de tu interés.
Elizabeth
recordaba que su marido había sentido celos del coronel y no quería ser mal
interpretada en su intriga. Debía
encontrar la forma de averiguar, sin delatar a Georgiana, por si Fitzwilliam no
había hablado.
–Seguramente
un tema puede concernirme sin hablar exactamente de mí.
– ¿Cómo
sería eso?
–Bien
puede un tema hablar de personas o cosas de mi consideración, sin ser estrictamente
de mí de quien se hable.
–Pues
bien, nos has descubierto. Hemos hablado
de tu interés en aumentar la población de Pemberley. –Trató de desorientarla, al ver la habilidad
de Lizzy.
Lo
observó con cuidado, estaba segura que su marido no debatiría el tema con el
coronel, por muy amigo que éste fuese y lo descubrió:
– ¡Mr.
William Darcy! –Se colgó en su cuello quedando a centímetros del piso. Lo besó en la nuca, en la mejilla, en la
boca. Estaba muy feliz. Cuando el pobre caballero logró un segundo de
respiro le dijo:
–Sra.
Darcy, estamos ante los ojos de todo el mundo ¿a qué se debe su ímpetu?
–Le has
dicho que sí. ¡Has aceptado! Eres lo más hermoso que existe sobre la tierra. Te amo con todo mi ser.
–No
comprendo. Es decir… comprendo que usted
me ama, pero desconozco los motivos de tanta algarabía.
–Oh Mr.
Darcy, no me engañas. Sabes
perfectamente a qué me refiero. Haremos
de Pemberley el hogar más feliz de la tierra.
Sabía yo, que no te negarías.
Sabía que tu corazón te permitiría ver el amor que se tienen.
¿Qué de
sus dichos lo habían descubierto?
–Me
había propuesto tenerte con la intriga al menos hasta regresar de casa de los
Collins. ¿Puedes decirme en qué momento
fallé en mi cometido?
–No
fallaste, es que tu corazón palpita tan fuerte que no pudo ocultármelo. Te amo Sr. Darcy.
–Escúchame
Lizzy, quiero que Lady Catherine venga a Pemberley, si le decimos lo de
Georgiana y Fitzwilliam, tal vez cambie de parecer. Se lo confesaremos cuando ya se encuentre
allí. ¿De acuerdo?
–De
acuerdo, de acuerdo en todo lo que propongas.
Soy tan feliz.
–No quieras
ver la cara de mi amigo. Él sufrió un
poco más que tú, le demoré un tanto mi aceptación.
–
¡Pobre coronel! Lleva tiempo peleando con sus sentimientos y el temor a
confesártelos.
– ¿Te
los había confesado a ti?
–En
absoluto. El pobre solo se lo confesaba
a sí mismo. Pero era tan clara su pena,
que no entiendo como siendo su amigo no lo notaste.
– ¿Georgiana
y tú, sí sabían de esto?
–Para
ser sincera… Georgiana me había confesado sus sentimientos, pero creía que el
coronel jamás se animaría a comentárselos a ella y mucho menos a ti. El pobre debía de considerarse un traidor.
–Cuando
las veía hacerse confidencias, imaginaba que algo se traían entre manos, pero
jamás creí que esto.
–Pues
ahora, mi querido señor Darcy, hemos de acomodar Pemberley. Estas dos parejas de enamorados lo poblarán
muy pronto.
– ¿Crees
que Georgiana y Fitzwilliam quieran vivir con nosotros?
–No lo
sé. Pero si no quieren quedarse allí,
bien podemos conseguirles una finca cercana.
Imagínate, Bingley y Jane están
prontos a mudarse cerca y ahora también Georgiana y Fitzwilliam.
Capítulo VIII
Capítulo VIII
Preciosa continuidad, menos mal que el Coronel decidió confesar sus sentimientos y me alegro que le fuese bien con Darcy. Al parecer Pemberley está a puertas de grandes acontecimientos; quedo a la espera.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias Jennieh.Cariños
ResponderEliminarPor fin! Que confesión >_o Me encantó como manejó Georgiana la situación, cuando el coronel se quedó perplejo con su aceptación... Genial María simplemente genial =)
ResponderEliminarLO AME!! Maria eres una genia pero no piensas continuarla?:c
ResponderEliminarQuiero mas por favor 😭
ResponderEliminarMe gustaría que continuara la historia, es hermosa
ResponderEliminarEs hermosa, me gustaría continuar leyendo la. Gracias!!
ResponderEliminarNo me puedo imaginar a Georgiana y al coronel juntos, es muy grande la diferencia de edad. El resto me encanto
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